Continuación de la estrategia del miedo

Cuando nos hablan alegremente de sequía, y nuevamente con una inoculación perversa del virus neuronal del miedo al igual de la pandemia, lo que no analizan es que con esos datos pluviométricos no se puede decir que tengamos una sequía extrema.

Una vez terminada la pandemia, aunque oficialmente no lo hayan declarado, pero si se deduzca de la actuación del oficialismo, en este momento se continua, con los medios de comunicación nuevamente como inoculadores del virus neuronal, con la estrategia del miedo, en este caso con el cambio climático, las energías renovables, y todo lo que compete a la situación medioambiental.

En primer lugar podemos hablar de las sequías y los recursos hídricos, y, el primer elemento que tenemos que mirar para decir que existe una sequía es la pluviometría.

Con datos del Ministerio para la Transición Ecológica y el Reto Demográfico, tenemos que la pluviometría (se computa como año hidrológico de octubre a septiembre), en este 2023 esta pluviometría de octubre a marzo ha sido de 373,7 mm, frente a los 400 mm de media desde el año 1980, siendo el total de la media del año hidrológico desde 1980 de 632,1 mm, luego la pluviometría de la mitad del año hidrológico en este 2023 representa, a mitad de año, un 59,12% de ese valor medio del año hidrológico, superando el valor del 50%, que le correspondería para esa mitad del año hidrológico, de manera que si lo comparamos con datos desde 1980, observamos que se dan 17 años (39,53%) en los que la pluviometría en este período de octubre a marzo ha sido más baja que en este 2023.

Si hacemos una proyección adjudicando a este 2023 para la segunda mitad del año hidrológico, (por corresponder a meses de menor pluviometría) con el porcentaje resultante del valor medio desde 1980 (36,72%), vemos que la pluviometría de este 2023 sería de 546,9 mm, lo que representaría un 86,51% del valor medio desde el año 1980 (632,1mm), encontrándonos con que se dan 9 años (20,93%) en los que la pluviometría en los años hidrológicos desde 1980 ha sido más baja que lo proyectado para este año 2023.

Cuando nos hablan alegremente de sequía, y nuevamente con una inoculación perversa del virus neuronal del miedo al igual de la pandemia, lo que no analizan es que con esos datos pluviométricos no se puede decir que tengamos una sequía extrema, la falta de agua no es debida a la pluviometría, que a lo largo de un año si que puede estar distribuida de una manera caprichosa, sino que ello se debe al desequilibrio de la ley de la oferta y la demanda, y en esta intervienen directamente tanto los poderes económicos como los poderes políticos.

Cuando hablamos de falta de agua, lo que se deben plantear los políticos es una planificación en base a esa ley de la oferta y demanda, ya que lo que ha ocurrido, por ejemplo en Doñana, es que ante una demanda cada vez más elevada, la oferta, tarde o temprano, como hemos visto con los años hidrológicos se conserva y se mantiene semejante, pero siendo cada vez más deficitaria respecto a la demanda.

Y aquí, es donde nuevamente, como ocurrió con la pandemia, los poderes político-económicos, intentan eludir sus responsabilidades, y hacer responsable a los ciudadanos, con el efecto mediático de los medios de comunicación, algo que ellos, al menos, han gestionado de forma irresponsable e incompetente, cuando no esa responsabilidad pudiera estar en el ámbito judicial. ¿Cuál es la razón, por ejemplo, en el caso Doñana, (por citar un ejemplo entre otros muchos), se haya elevado de forma exagerada esa demanda de agua, permitiendo un incremento de actividad como cultivos como son el de la fresa, entre otros?. La respuesta es clara, por falta de planificación de oferta y demanda y porque esas actividades económicas, a nivel de impuestos, dejan bastante dinero en los municipios de la zona, dinero que gestionan los políticos y que como vemos de forma reiterada lo hacen de forma irresponsable, unos, por parte de la ideología conservadora (derecha), porque llevan en su gen el sentir crematístico, otros, como los progresistas (izquierda), porque han comprado el discurso del miedo respecto al tema medioambiental, a través de la Agenda 2030, en la que subyace como no podría ser de otra manera, al haber sido diseñada por el globalismo neoliberal, el que, al igual que en la pandemia, quien tiene que resolverlo son los ciudadanos, y no los poderes políticos y económicos que son quienes realmente tendrían las herramientas para hacerlo, siendo el progresismo (izquierda), el tonto útil, que con el ecologismo por bandera, le está haciendo el trabajo sucio a ese globalismo neoliberal.

Los ciudadanos debemos darnos cuenta, que con la pandemia, además de la restricción de derechos y libertades, el resultado final está siendo una privatización de la sanidad, por lo que, con este tema medioambiental, en el que incluyo, el tema del CO2, plástico, etc, además del hídrico comentado, volverán a restringir derechos y libertades con la demagogia del bien común, y al final acabarán con la privatización de los recursos y el medio ambiente.

Sí a la reivindicación de la verdadera sanidad pública frente a la privatización

Son los profesionales sanitarios los que con su proceder sumiso a los gobernantes, nos han llevado a este escenario de desmantelamiento de la sanidad pública y fortalecimiento de su privatización y los sindicatos han sido colaboradores esenciales en este proceso, cuando en plena pandemia lo único que reivindicaron fue el que se dieran las inoculaciones a los trabajadores.

Ante la manifestación de Madrid reivindicando la Sanidad Pública o la de Euskadi defendiendo el no cierre de Cardiología del Hospital de Basurto, lo primero que tengo que decir es mi apoyo a todo aquello que tenga que ver con la defensa de la sanidad pública de los ciudadanos.

Una vez dicho esto, hay que señalar una serie de puntualizaciones respecto a estas reivindicaciones que van más de defensa profesional, que de defensa de una verdadera sanidad pública.

La primera que hay que reseñar es que son, precisamente, los profesionales sanitarios quienes han colaborado desde un inicio de la pandemia con el desmantelamiento de la sanidad pública poniendo alfombra roja a su privatización, como fue el apoyo al cierre de la atención primaria y a la asistencia de los pacientes mediante videoconferencia.

La segunda es haber participado activamente en el relato pandémico al sustituir el diagnóstico de la enfermedad con una prueba como la PCR, que no sirve para ello, renunciando a lo que siempre ha sido la medicina tradicional como es el diagnóstico a través de la sintomatología del paciente.

La tercera, aceptar y no oponerse a que durante la pandemia se estableciese un decreto BOE por el que se cobraba por positivos de PCR, hospitalizaciones y ucis covid, hipotecándose, de forma absoluta, tanto a los gobiernos como a las multinacionales farmacéuticas.

La cuarta es la aplicación de protocolos equivocados, que lo único que han ocasionado es dolor en la población, sobre todo en personas de edad avanzada.

La quinta, ante el aumento exagerado de fallecidos por/con covid y la cantidad de casos graves y fallecidos ocasionados por los efectos adversos de las inoculaciones, no haberse posicionado a favor de que se paralicen las inoculaciones hasta que se realicen los estudios pertinentes con los datos que se tienen disponibles, y que ellos han ocultado de forma reiterada.

La sexta, construir un relato del miedo en el que el colapso hospitalario (que ya se llevaba sucediendo desde hace años con las epidemias de gripe) haya servido tanto para contribuir a la inoculación del virus neuronal del miedo en la población como para ir privatizando de forma encubierta la sanidad, como se puede comprobar por el aumento de los seguros privados sanitarios.

Son, por lo tanto, los profesionales sanitarios los que con su proceder sumiso a los gobernantes, nos han llevado a este escenario de desmantelamiento de la sanidad pública y fortalecimiento de su privatización, y, todo hay que decirlo, los sindicatos han sido colaboradores esenciales en este proceso, cuando en plena pandemia lo único que reivindicaron fue el que se dieran las inoculaciones a los trabajadores.

Las manifestaciones habidas, estando de acuerdo con la reivindicación de la sanidad pública frente a la privatización, lo que, en esencia, reivindican no es una sanidad pública sino su ejercicio profesional y, por lo tanto, laboral. La diferencia frente a las reivindicaciones de otros trabajadores (como ejemplo, el sector del metal) es que en el caso de los sanitarios, se utiliza el apoyo de gran parte de la sociedad que está de acuerdo con una verdadera sanidad pública, mientras que en las reivindicaciones de otros sectores, la defensa únicamente moviliza a los trabajadores del sector correspondiente, pero no a la sociedad en sí.

A los profesionales sanitarios que no están en las cúpulas dirigentes de la sanidad, les recomendaría que empezasen a analizar lo que les puede ocurrir si van cambiando las tornas del relato, ya que esa cúpula dirigente sanitaria irá, precisamente, contra su propio elenco sanitario, cargándoles las culpas de lo ocurrido por no haber ejercido de forma correcta su profesión. Recientemente, con lo ocurrido en el vertedero de Zaldibar tenemos un claro ejemplo; la culpa de la negligencia de la Administración recae sobre tres de sus técnicos, no sobre la cúpula dirigente, que era la responsable de la gravedad de los hechos acontecidos en el vertedero de Zaldibar.

Por todo ello, SÍ a la sanidad pública, NO a la privatización, pero también NO a la defensa de unos profesionales que han sido elemento esencial, durante esta pandemia, de ese desmantelamiento de la sanidad pública; al igual que no a unos sindicatos que, igual que los partidos políticos, han colaborado y participado de este perverso relato pandémico que nos ha llevado a la nefasta situación social, económica y política que tenemos hoy en día.